Para empezar quiero contarles que llevo bastante tiempo tratando de escribir este texto, he escrito y borrado muchas veces, porque según me decía: “aún no ha llegado ese momento de inspiración”, y entre excusa y excusa han pasado semanas enteras.
Luego de mucho rayar tratando de dar con el chiste, logré este breve texto que como siempre, espero no sólo le sirva a los pacientes de cáncer, sino también a sus familiares y amigos.
Finalmente tuve la claridad para expresar lo que quería comunicarles y además descubrí que aunque poco lo acepte, uno de los asuntos que más me ha costado reconciliar durante mi proceso como paciente de cáncer tiene que ver con los efectos de la enfermedad y sus tratamientos en mi imagen corporal, y es que como diría Carl Jung: “Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”.
Hablar de la imagen, cuando de cáncer se trata, es inevitable, ya que generalmente los tratamientos asociados a esta enfermedad generan impactos directos en ella. Es así como algunos tipos de quimioterapia producen pérdida del cabello, cejas y pestañas, manchas en las uñas y/o te hacen perder o ganar peso, entre otras cosas. La radioterapia por su parte, puede generar quemaduras en la piel, así como las cirugías dejan cicatrices de diferentes formas y tamaños.
A pesar de tener la certeza de que al ser diagnosticados con cáncer hay cosas que adquieren mucho más peso, el temor a ver alterada nuestra imagen física nos invade y por eso (incluyéndome por supuesto), una de las primeras preguntas que le hacemos al médico es: “Doctor, ¿se me va a caer el pelo?”.
En mi caso, hacer esta pregunta me generó una mezcla de vergüenza y culpa, incluso pedí disculpas a mi oncólogo por centrarme en algo que a la vista de cualquiera era “banal y superficial”, especialmente al estar pasando por una situación tan compleja; sin embargo, su respuesta no sólo me dio un respiro, sino también la luz para empezar a entender que se vale sentir dolor, rabia y tristeza por estas pérdidas y cambios; recuerdo que me dijo: “esa no es una preocupación menor, para las mujeres y sabes que, para los hombres también, el pelo hace parte de su identidad, eso hace parte de este proceso”. Por eso hoy afirmo con tranquilidad, que estamos en nuestro derecho y afrontar estos sentimientos y emociones nos pone en el camino de la aceptación.
No puedo negarlo, perder el pelo enoja y asusta, deteriora nuestra autoestima y afecta nuestra seguridad personal, por muy extraño que le parezca a quien no lo ha vivido. Las cicatrices nos recuerdan nuestra lucha, si, pero también alteran nuestro cuerpo y eso duele. No alcanzo a imaginar lo que puede generar perder una parte de este.
Nuestros amigos y familiares nos consuelan diciendo que eso es lo de menos, que el pelo crece de nuevo y que igual nos vemos hermosas luciendo la calva, que las cicatrices se van borrando y que es mejor estar vivo. En general tienen razón y lo que dicen sale de su corazón, lo sé, ellos también pierden algo de cierto modo y vernos de esa forma les recuerda que estamos enfermos y que podrían perdernos. Por eso, a ellos lo único que les sugiero es que no minimicen esos sentimientos que experimentamos, no nos juzguen, ayúdennos a visualizar la temporalidad de estos efectos y acompáñennos en el proceso de aceptación y en la búsqueda de opciones.
También se que decir “aceptarlo” suena sencillo, no es fácil exponerse ante los demás sintiéndote tan vulnerable, pero si algo me ha enseñado esta experiencia es que nada es tan terrible como uno se imagina, por eso, para mi por ejemplo, estar calva se convirtió en una aventura y hasta lo terminé disfrutando, porque de otro modo y estando en mis cabales, nunca me hubiera atrevido a tusarme.
Debo decir que en mi caso, el pelo me acompañó durante mis seis ciclos de quimioterapia y fue solo al terminarlos que se hizo necesario recurrir al peluquero para que retirara lo que aún quedaba y acondicionara aquella peluca, que terminé usando solamente por un día, no porque no sea una buena opción, sino porque decidí al final, vivir la experiencia de la calvicie en su máxima expresión y créanme que tiene sus ventajas: estás fresco todo el tiempo, bañarse es una delicia y no tienes que preocuparte ni por el peinado, ni por ir a la peluquería y lo mejor: viéndote en esa desnudez, te redescubres, te reconoces y aprendes a amarte como a nadie más en el mundo.
Opciones hay muchas para afrontar estos cambios físicos, hoy en día hacen pelucas hermosas y muy reales, te ponen cejas y pestañas, hay variedad de turbantes, pañoletas y gorros, infinidad de cremas para las cicatrices, implantes y prendas de vestir, lo que no venden desafortunadamente es amor propio, fuerza y valentía, esas solo vienen de adentro y créanme, salen si así se los permites, si haces de las experiencias oportunidades para aprender.
Para seguir hablando de opciones los invito a ir a la sección Infórmate y a ver el vídeo sobre el tema de Oncoimagen que preparamos para ustedes.
Y si quieren más información acerca de cómo asumir algunos de los efectos de los tratamiento visiten los siguientes enlaces:
https://www.cancer.gov/espanol/publicaciones/educacion-para-pacientes/sp-chemosheets-piel.pdf
https://www.cancer.gov/espanol/cancer/tratamiento/efectos-secundarios/caida-pelo